Caniche Toy

Esteban medita todas las mañanas. Me irrita ver su cara relajada y la sonrisa boba que la acompaña, logra que su interlocutor copie el gesto, no sé cómo lo hace, el otro día hablamos durante cinco minutos y al llegar a casa me dolía toda la cara. Sospecho que es gay, en su pulcra mesa de trabajo hay un retrato de su caniche toy, también es sospechosa la talla de su pantalón, da la sensación que le queda demasiado pegado al cuerpo y de esa manera se hacen visibles sus glúteos, genitales y piernas. Mañana viernes es su cumpleaños, invitó a toda la oficina, seguro querrá recibir varios regalos. Falta poco para finalizar este día y estoy listo para irme, saludo a todos a la distancia y escapo para mi casa.
La tarde está linda, el clima es agradable y las chicas comienzan a lucir sus faldas cortas, el olor a jazmín anticipa las navidades, esas fiestas que no sé donde pasarlas ni con quien estar. De paso por el almacén compro vino. En breve tendré la visita de Mabel, una joven paraguaya que conocí cuando estuve pasando unos días en la casa del macho alfa de mi padre. Había sido contratada para trabajos de mucama, despertaba las fantasías más indecentes de ambos, la competencia estaba abierta y la gané, al otro día mi llave no coincidía con la cerradura, no volví a ver a mi progenitor.
Al entrar en mi departamento un aire denso me abruma, tomo una ducha para sacarme el día de encima y me arrojo en la cama, enciendo un cigarrillo, espero ansioso el cuerpo de Mabel. De pronto pienso en Esteban y su cumpleaños, me pregunto si aprovechará el evento para declarar su homosexualidad. Llaman a la puerta, es ella, tiene el encanto de renovar constantemente mi lujuria, jugamos a que ella es mi mucama y yo mi padre, este tipo de esparcimiento psíquico es cada vez más frecuente.
El viernes amanece lluvioso, desayuno una gaseosa light con pizza que sobró de anoche y salgo. Como no me gusta usar paraguas, camino ligero y pegado a los edificios. Las gotas caen sobre mi rostro refrescando el sentido que tiene esta rutinaria vida. Tomo el ascensor y dentro me lo encuentro a Esteban, su cara se encuentra radiante, estimo que tuvo una prolongada meditación. Le extiendo un caluroso saludo en su cumpleaños, me agradece abismado y pronostica una espléndida reunión para esta noche. La mañana pasa rápido entre café y medialunas, regreso a las calles a realizar trámites y fumar. En la esquina están estacionados una ambulancia y un patrullero, se apelotona un grupo de personas fascinadas por el accidente, son hienas rodeando un cadáver, me sumo a la muchedumbre para saciar mi morbo. La lluvia lava la sangre que corre por el cordón de la vereda hasta perderse en las profundidades de la alcantarilla. Mi cuerpo se desacopla del grupo, el aguacero se hace cada vez más copioso, los aromas florecen, la desgracia de mi soledad se acrecienta, es el mejor momento para disimular las lágrimas que al igual que la sangre corren para quedar olvidadas en el abismo de esta puta ciudad.

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